Cuando terminamos nuestras relaciones por el motivo que sea, surgen tantas interrogantes y esas muchas veces nos hacen cuestionar el por qué de nuestra decisión. Bueno, eso me pasó una de las veces que termine un largo pololeo.
Al principio debo reconocer que todo era genial, la libertad volvía a mí; salí con mis amigas, baile hasta el amanecer, viaje por el mundo e incluso me enamoré más de una vez, pero el tiempo pasó y no sentirlo a él todas las noches comenzó a invadir mi mente con preguntas, al principio no les quise hacer caso, las noches de aventuras y encuentros casuales no cesaban, eso me mantenía en el juego y al mismo tiempo me hacía sentir tan vacía…
Siguió sin importarme, la vida seguía su curso, yo seguía en el mío. El verlo en todo y no tenerlo era profundamente raro y quise hacer cambios; empecé por mi cama, seguí con el living, los amigos en común y hasta mi día a día.
Confieso que cada segundo que pasaba él calaba más en mis pensamientos y yo lo quería sentirlo más y más dentro de mí.
¿Recordemos? Pensé en escribirle, aún que nunca me atreví, prefería que las cosas se dieran, total si pasaba así tenía que ser, lo curioso es que a las semanas pasó.
Cuando nos encontramos no podía dejar de imaginar cómo sus manos podrían recorrer mi cuerpo, como sus dedos desabrocharían suavemente mi sostén, mi cuerpo se envolvería lentamente en el suyo y yo fugazmente acabaría en él.
En ese momento me pregunté qué es lo que extraño en realidad es sentir o sentirte?
