No hay mejor maestro que los propios padres y la familia, que con su ejemplo pueden transmitir e inculcar la espiritualidad en los niños. Así, al demostrarla a través de los actos, reacciones y pensamientos, se verán reflejadas prontamente en los más pequeños.
Los niños necesitan una referencia, un guía, y de esta forma el comportamiento parental se vuelve clave. Debemos enseñarles los principios de espiritualidad que están a nuestro alcance, tratando de ser lo más universal que podamos, de manera que ellos vayan forjando y eligiendo su propio camino, sin imposiciones, sino como un ser libre, responsable y activo.
Ahora bien, como parte de la individualidad y de las razones vibratorias de cada uno, el que los padres estén en un camino espiritual, no genera que los niños también deben seguirlo, por lo que si perciben después de un tiempo, que nos niños no mantienen interés, es mejor no forzarlos, pues tal vez necesitan otras experiencias para comenzar a desarrollarlo.
En nuestros tiempos se han diagnosticado varios “niños de las estrellas”, que se comenzaron a evidenciar según los expertos, desde los años ’70. Así conocimos a los niños Índigo, que ayudan a despertar conciencia; los niños Cristal, que tienen una misión pacificadora; los niños Arcoiris, cuya misión es traer alegría a sus familias y entorno; y los Diamante, que tienen como finalidad transmutar la energía del planeta.
