Fue una de las primeras salidas que tuvimos cuando estábamos pololeando, llevábamos un poco más de un mes juntos y hacíamos nuestro primer viaje. Era verano, hacía mucho calor y nos fuimos a una montaña cerca de un río. Armamos nuestro campamento y comenzamos a cocinar, era primera vez que dormíamos juntos y eso me tenía un poco nerviosa.
Tiramos unas mantas, escuchábamos el río correr y veíamos las estrellas más
cerca que nunca, descorchamos un vino y encendimos una fogata, conversamos
abrazados y a ratos nos quedábamos dormidos.
Nos empezó a dar frío, así que optamos por ir a la carpa. Mientras nos poníamos
ropa más cómoda pude ver su torso, era atlético y fornido. Algunas cosas
empezaron a pasar por mi mente y quise hacerlas realidad, así que me acerque a
él y comencé a besarlo.Estuvimos así por un momento, hasta que lentamente fue
besando mi cuello, mis hombros y comenzó a bajar por mi espalda, entre besos
nos seguimos desvistiendo y reconocimos nuestros cuerpos, el momento de estar
juntos había llegado.
Seguía nerviosa y después de minutos de caricias, pasamos al otro nivel.
Primero estuvo él sobre mí, luego yo tomé el control y así estuvimos moviéndonos
al compas de nuestro placer. La forma en que sus manos me recorrían, me hacían
encenderme más y más, se aceleraba mi pulso, mi ritmo y después de unos
minutos así juntos pudimos llegar a sentir el máximo de place. Esa noche nos
conocimos de otra manera, me hizo suya y él fue mío. Sin duda ver las estrellas
fue algo alcanzable e inolvidable.
