Los mandalas, una invitación al silencio

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Cuando me enfermé hace un par de años, una de las cosas que me enseñaron fue a meditar, cosa que nunca aprendí por completo y nunca fui constante para seguirlo aunque tengo que reconocer que sigo intentando todo el tiempo para poder lograrlo.

De repente en algún momento aparecen ante mí los mandalas, aquellos “ círculos sagrados” que me invitaban a un espacio distinto. Era una forma de recuperar espacios de niña, me encantan los artículos de librerías y tener lápices de muchos colores me apasionaba.

Compré un libro y empecé a pintar y junto con ello a descubrir un mundo de sensaciones que me hacían interpretar cada mandala de acuerdo al tiempo que estaba viviendo. Había sido un año intenso, no malo pero muy movilizador y los espacios dados por los mandalas me permitían meterme dentro de mi para ver que pasaba mas allá de lo que podía o quería controlar.

Descubría la interpretación de los colores, mi forma de partir y de terminar y la comunicación que se establece con ellos una vez terminados, dan información que genera mas espacios de crecimiento de los que se puedan imaginar.

No hay que elegir colores, hay que dejarse llevar; solo se requiere silencio, tiempo para vivir el proceso y un lugar cómodo y confortable que permita hacer ese viaje hacia adentro que termina reflejado en ese circulo que aparentemente nada tiene que decir pero que comunica mas allá de lo que pensamos.

Anoten lo que les pase cuando lo pinten, mírenlo días después y verán que les informa cosas nuevas. No es lo mismo mirarlo desde dentro o del centro que desde las orillas, no da igual que colores escojan y si tienen o no movimiento.

Ya que comienza a llegar el fin de año, les propongo este espacio como un lugar de meditación, de silencio y de crecimiento para el 2018.