[Misterio] La historia de Oliver: El niño que cruzó una puerta interdimensional

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Una puerta interdimensional es aquella que nos conduce a otra dimensión o plano, a aquellos mundos invisibles que nos rodean pero que nuestros sentidos no perciben. Mundos, por otra parte, tan cercanos a nosotros que incluso se entremezclan con el nuestro. Precisamente esas mismas puertas interdimensionales, se cree son la vía de entrada y de salida de los ovnis que sobrevuelan nuestros cielos. Como si esas naves procedieran realmente de esos mundos invisibles.

Por tanto, cabría la posibilidad de que el secreto de su desplazamiento de lejanas galaxias estuviera relacionado con las puertas interdimensionales, que éstas actuaran como enlace entre su mundo y el nuestro, con lo que evitarían el interminable tiempo que debería transcurrir en un viaje sideral de esas características. Asimismo, tal teoría respondería a su paso fugaz, que apenas es percibido por nuestros ojos, ayudado por esos caminos dimensionales que ellos conocerían perfectamente.

Dichas puertas interdimensionales se cree tuvieron que ver con la desgraciada historia del pequeño Oliver: Cerca del pueblo de South Bend, Indiana, en los Estados Unidos, Tom Lerch, su familia y sus amigos de la vecindad se encontraban reunidos en la gran cocina de la granja para celebrar la nochebuena de 1890. Poco antes de las once de la noche, la señora Lerch pidió a su hijo Oliver, de 11 años, que fuera al pozo a buscar agua, dándole para ello un cubo vacío.

El pequeño salió abrigado con una bufanda, ya que empezaba a helar en ese crudo invierno. No habían transcurrido diez segundos desde el momento en que cerró la puerta, cuando Oliver gritó pidiendo socorro desde la oscuridad. Los asistentes a la fiesta se sobresaltaron y casi al unísono pensaron que un lobo había atacado a Oliver, pero una vez fuera vieron que sus sospechas eran injustificadas: ni lobo, ni niño. Sin embargo, aún quedaba lo peor, los desesperados gritos del niño desgarraban la fría noche, pero no eran localizables. La oscuridad enturbiaba aún más la tarea por dar con la pista de Oliver, hasta que alguien dijo: “Escuchad, parece como si viniera de nuestras cabezas”. Efectivamente, las voces del muchacho surgían del cielo negro y él seguía invisible para sus familiares: “¡Socorro! ¡Me han cogido! ¡Socorro!”, gritaba desde no sé sabe dónde el pequeño Oliver. Las llamadas de auxilio continuaron rasgando el aire durante cerca de un minuto, pero iban disminuyendo en intensidad, como si el niño ascendiera.

Estupefactos, los presentes no reaccionaron hasta que uno de ellos decidió seguir las huellas del niño. En la nieve fresca, las huellas eran normales y demostraban que el niño se había dirigido hacia el pozo. Pero a una veintena de metros de la casa y a una docena del pozo, las huellas cesaban bruscamente, como si el niño hubiera sido levantado de la tierra. Se encontró el cubo dos metros más allá. La investigación no dio ningún resultado positivo. Quien tiene la desgracia de caer en uno de esos túneles invisibles no vuelve generalmente al mundo tridimensional, es decir, al nuestro, sino que se pierde en los confines de una tierra sin tiempo.